Tras el magnicidio de JFK, solo un hombre parecía capacitado para mantener vivo su legado: su hermano Bobby. Durante la malograda Administración Kennedy, Bobby había ocupado el cargo de fiscal general del Estado. No solo eso. Se había encargado de que la presidencia funcionase, asumiendo el triple papel de chico para todo, fontanero político y jefe de gabinete en la sombra.
Jack había admirado a su hermano menor, en concreto, su capacidad para echarse a las espaldas el peso de la Administración, y todavía encontrar tiempo para buscarle las cosquillas a un dictador como Castro o a un mafioso como Jimmy Hoffa y, más importante, tiempo para dedicar a Ethel, su mujer, y a los numerorísimos hijos del matrimonio.
El 16 de marzo de 1968, Bobby anunció su intención de concurrir a las elecciones presidenciales de ese año por el Partido Demócrata. Los ingredientes base de su programa serían los derechos civiles de los negros y el fin de la guerra de Vietnam.
El anuncio de su candidatura lo hizo en la sala del Senado en la que, ocho años atrás, su hermano mayor se había postulado para el puesto. A diferencia de entonces, no flotaba en el ambiente el entusiasmo. Podía deberse a la salud y al ánimo de su padre, declinantes desde el asesinato de Jack. Aunque achacoso y deprimido, el viejo no escatimó un centavo de dólar para el tercero de sus hijos varones.
Inmerso en las primarias por la candidatura demócrata, Bobby anunció a su padre: «Papá, me voy unos días a California a luchar duro. Te brindaré el triunfo». No pudo ser.
La madrugada del 5 de abril de 1968, en los pasillos del Hotel Ambassador, de Los Angeles, Sirhan Bishara Sirhan, joven iluminado de origen palestino residente en la ciudad, desenfundó un revólver del calibre 22 y disparó contra el senador Kennedy. Tras una agonía de horas, Bobby murió al amanecer del día 6.
Episodio producido, escrito y narrado por Gonzalo Altozano.
Sonido: César García.
Diseño: Estudio OdZ.
Contacto: galtozanogf@gmail.com
Twitter: @GonzaloAltozano
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