La mesa de la cocina
La mesa de la cocina

La mesa de la cocina

No se trata de un podcast de cocina, ojo. Lo del nombre es para subrayar la dimensión doméstica del asunto: un boli pilot azul, un cuaderno de notas de tapa blanda, una grabadora, una pila de libros, un micrófono, algo que contar y eso, una mesa, la mesa de la cocina.
'El joven Le Pen'
29 November 2024
'El joven Le Pen'
En 1953, una tormenta anegó Holanda. Jóvenes de toda Europa se volcaron, de forma altruista, en las labores de rescate. Destacó por su disciplina un contingente de universitarios franceses comandado por un recién licenciado en Derecho: Jean Marie Le Pen.

La aventura humanitaria aquella confirmó a Le Pen el gusto por la acción, que ya había probado antes: de niño, en su Bretaña natal, fue grumete en el pesquero de su familia y, más adelante, participaría en la resistencia al invasor nazi.

A la vuelta de Holanda, sin ganas ni contactos para abrir bufete propio, Le Pen se alistó en los paracas, siendo su primer destino Suez. A la expedición sobre el canal seguirían la guerra de Indochina y la batalla de Argel.

Entre Indochina y Argelia, Le Pen ingresó en la formación de Pierre Poujade, el gran tribuno de la derecha del momento. Jean Marie salió elegido diputado, el más joven de la legislatura. Era 1956 y tenía 28 años.

Expulsado de la formación de Poujade por desavenencias con este, Le Pen volvió a salir diputado en 1958, en esta ocasión izando la bandera de la Argelia francesa. Poco duraría enhiesta. En 1962, Francia reconoció la independencia de la colonia.

Al finalizar su segunda legislatura como diputado, Le Pen se vio en la calle, sin empleo. En 1963, por pura subsistencia, fundó un sello discográfico especializado en cánticos de guerra, discursos políticos y narraciones históricas.

Su faceta de empresario no eclipsó la de político. Como se consideraba demasiado joven para acaudillar la derecha nacionalista, en 1965 impulsó la candidatura de Jean Louise Tixier. Brillante abogado, Tixier resultó ser una inutilidad política.

El error Tixier le pesaría como el mayor de su carrera. El candidato debió haber sido él. Ya se resarciría. En 1972, Le Pen unió a los veteranos de antiguas guerras y a los jóvenes lobos de la derecha nacionalista y los lideró en un frente común: el Frente Nacional.

Episodio escrito y narrado por Gonzalo Altozano.

Sonido: César García.

Diseño: Estudio OdZ.

Contacto: galtozanogf@gmail.com

Twitter: @GonzaloAltozano

Instagram: @galtozanogf

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'Retrato al minuto de un profesor'
14 October 2024
'Retrato al minuto de un profesor'
Se llamaba Juan Yebra y fue nuestro profesor en 4º y 5º de EGB. Uno de los dos cursos -5º, creo- nos dio cuatro asignaturas: Lengua, Matemáticas, Ciencias Sociales y Ciencias Naturales. Para convertirse en omnipresente solo le faltó ser nuestro profe de Deportes. Y no porque anduviera corto de ganas.

A la hora del descanso, el tío se empeñaba en jugar al fútbol con nosotros. A ver quién le decía que no. El Yebra era un chupón. Recogía el balón en su portería y no paraba hasta meter gol en la contraria. Si solo fuera eso… Era, además, un carnicero. Se llevaba por delante a todo el que su pusiese en su camino. Después de cada partido la clase acababa con cuatro o cinco lesionados. Algunos no volvimos a correr detrás de un balón, por el acojone. Cosa distinta fue la literatura.

Lo del Yebra con los libros era locura de amor. A mí, por lo menos, me inoculó el veneno de la lectura, que eclosionaría años más tarde. No cabe imaginárselo como John Keating, de «El club de los poetas muertos», o sea, como un antiguo alumno de la academia Welton, con una estadía de profesor en el instituto Chester de Londres. En Juan se adivinaban unos orígenes humildísimos, como el de tantos hijos del agobio y de la emigración del campo a la ciudad. Corría el rumor de que con el primer sueldo se había comprado su primer abrigo. A veces, en clase, presumía orgulloso de sus logros, como el de mejor expediente en la escuela de magisterio.

Poco nos impresionaba pues para nosotros, retoños de la burguesía condenados a cargar con el peso de un brillante porvenir, el ideal de hombre hecho a sí mismo era aquel que empezaba de botones en un banco y terminaba de presidente. Pero él nunca ambicionó otra cosa que ser profesor. Su vida -ahora lo entiendo, después de tantos años- fue una vida plena.

Y por aquí está la clave de su dura exigencia con nosotros. A él, que había exprimido al máximo las pocas oportunidades que la vida le ofreció, rindiendo el ciento por uno, le sublevaba que nosotros nos instaláramos en la creencia errónea de que nuestra única responsabilidad de mayores sería elegir con cuidado.

Por eso el Yebra nunca nos hubiera animado a arrancar las páginas de un libro de texto; es más, de hacerlo, nos hubiese fulminado con esa mirada suya en oblicuo que ponía cuando se cabreaba y que te hacía desear «tierra, trágame» o, mejor, «tierra, trágale». Si con nosotros adoptaba el papel de sargento de esa mili de la que tanta añoranza guardaba era porque consideraba que éramos lo que debíamos ser: unos tíos.

A la vez, era enormemente afectuoso. No digo que hubiese muerto por nosotros, por parecerle eso una mariconada. Él hubiera matado. Por negarse a hacer acepción de personas o para denunciar una injusticia no habría dudado en entrar sin llamar en los despachos del edificio central, indiferente a jerarquías y organigramas. Siempre se movió por Retamar como lo que fue: el puto amo, con su voz ronca, su metro sesenta y poco y sus dos pares de cojones.

Cuando la pandemia, me acordé de él. Conseguí su teléfono y le llamé. No hablábamos desde el colegio. Le hizo muchísima ilusión, igual que a mí. Quedamos en vernos tan pronto fuera posible. «¿Me lo prometes, Gonzalo?». «Te lo prometo, Juan». Nunca nos vimos. La culpa fue mía por irlo dejando. Le habría dicho lo que ahora, solo que con menos rodeos. Le habría dicho que aquellos fueron los mejores años, los de entonces, los mejores amigos y él, el mejor profesor.

Episodio escrito y narrado por Gonzalo Altozano.

Sonido: César García.

Diseño: Estudio OdZ.

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'Titubeos', con Julio Llorente
20 June 2024
'Titubeos', con Julio Llorente
La primera vez que Julio Llorente y yo nos encontramos nos caímos mal. Y la segunda. Y la tercera. Y así hasta doce, por lo menos. Digo «doce» porque doce fueron los entrevistados de un libro que nos encargaron, hace ya años. Y digo «por lo menos» porque seguimos cayéndonos mal una vez entregado el manuscrito a la editorial.

Lo que no recuerdo es el momento exacto en el que Julito y yo nos convertimos en algo parecido a un par de amigos. Sí sé que en los últimos tiempos nos ha unido nuestra resistencia a engrosar las filas de eso que llaman la batalla cultural. En esas seguimos hoy; en la insumisión, me refiero, y, más importante, en la amistad.

Esto último a pesar de mi manía por preguntarle, con oportunidad o sin ella, siempre delante de gente, de qué habla con su primo Marcos, jugador del Atleti, en las reuniones familiares. ¿De la hermenéutica de la continuidad, quizás?

No lo pregunto por ridiculizar a Marcos, sino a Julio, quien, trayendo su origen de una estirpe de deportistas de élite, se pidió para sí el papel de intelectual, infinitamente peor remunerado que el de futbolista, incluso que el de jugador de baloncesto.

O quién sabe. No cabe descartar, todo lo contrario, el super fichaje de Julito al frente de uno de esos mega laboratorios de ideas con una dotación presupuestaria mayor que el Ministerio de Cultura. El tío apunta maneras.

A su edad, ha montado una editorial, firmado un par o tres de Terceras del ABC y, lo más reciente, escrito un libro. Y, por si no resultaran méritos suficientes, acredita imaginación moral, rectitud de intención e independencia de criterio en cantidades suficientes para no reducir sus trabajos y sus días al ruido y la furia o, peor, al puro fuego de artificio.

Entrevista conducida por Gonzalo Altozano.

Sonido: César García.

Diseño: Estudio OdZ.

Contacto: galtozanogf@gmail.com

Twitter: @GonzaloAltozano

Instagram: @galtozanogf