Da gracias a Dios por lo que te ha dado; es tan valioso que no hay palabras para describirlo.
Aprende a ser feliz con lo poco o lo mucho que te da el Señor, porque aunque hoy no veas tus promesas cumplidas, tu tiempo de florecer y fructificar llegará.
Cuando decides amar a Dios, le das el primer lugar en todo; recuerda: el mundo pasa y sus deseos, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.
Las promesas del Padre Celestial en tu vida se apresuran a su cumplimiento, así que sigue creyendo que Dios lo hará.
No te canses de hacer el bien a los demás, porque cada vez que das, es como si plantaras una semilla en tu tierra, de la cual recibirás cosecha de parte de Dios.
Dios entregó a su hijo unigénito por ti para que tengas vida eterna; su amor inagotable llenará tu corazón, para que te sientas pleno y feliz.
Tienes el amor de un Padre Celestial que sabe cuales son tus aflicciones, y lo único que te pide es que lo reconozcas como un papá, para venir a suplir todas tus necesidades.
Ama no solo de palabras, sino demuéstralo a los demás con hechos y en verdad.
Cristo es luz, y cuando Él se ha revelado a tu vida alumbra las tinieblas de tu corazón y te lleva a amar y perdonar.
Todas las cosas provienen de Dios, existen por Él y para Él; todo lo que tú tienes es por Él, se lo debes y por eso, nunca olvides agradecerle.