Jesus dónde moras? Venid y vereis!
13 November 2008

Jesus dónde moras? Venid y vereis!

Juan el Apostol podcast

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Aquella mañana no fue igual que las anteriores. En medio de la tarea cotidiana alguien muy especial se dirigió a unos cuantos hombres y dijo a cada uno: “Ven y sígueme”.
No utilizó grandes discursos, ni grandes argumentaciones. Simplemente dijo dos verbos en imperativo con la suficiente fuerza y contenido como para cambiar la vida de aquellos que serían sus futuros discípulos.
También hoy, Jesús sigue realizando esta llamada a muchos jóvenes para que, como aquellos primeros compañeros de camino, sean pregoneros de la Buena Nueva y trasmisores del gran mensaje de amor del Padre.
Jesús sigue llamando a muchos jóvenes porque necesita mensajeros de su Reino que lleven cada día su Palabra a un mundo que necesita, aunque no sé de cuenta, de Dios. Jesús sigue llamando y… ¿Quién sabe? ¿Tal vez quiere dirigirse a ti?...
Por eso ahora, a solas contigo mismo y con Dios, prepara tu corazón, tu oído… Escucha y deja que el te hable. Solo así podrás sentir si té está hablando con esas palabras que un día dirigió a sus discípulos: “Ven y sígueme”

A la luz del Evangelio...

Al día siguiente, Juan se encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos. Fijándose en Jesús que pasaba, dice: “He ahí el Cordero de Dios”. Los dos discípulos le oyeron hablar así i siguieron a Jesús. Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice: “¿Qué buscáis?” Ellos le respondieron: “Maestro, ¿Dónde vives? Les respondió: “Venid y lo veréis”. Fueron, pues, vieron donde vivía y se quedaron con él aquel día.

Jn. 2,35-39a.


Salió de nuevo por la orilla del mar, toda la gente acudía a él, y él les enseñaba. Al pasar, vio a Leví, el de Alfeo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: “Sígueme”. Él se levantó y le siguió.

Mc. 2,13-14.


Reflexión

Cuando Jesús vino a los suyos solo los pobres le recibieron. Los ricos, como tenían de todo, no necesitaban escucharle. En cambio, los pobres, los que carecían de lo más necesario, si le recibieron. Así era también el grupo de seguidores de Jesús: unos pescadores de Galilea; gente que no se podía permitir grandes lujos, y que por tener un corazón generoso, no les importo seguir al Maestro.

Por eso, para responder a la llamada de Jesús e incluso seguirle en la vida cotidiana, hay que estar desprendido de muchas cosas, porque seguir a Jesús es dar un paso en él vacío; ofrecerle la mano sabiendo que no se adonde me llevará; dejar a un lado las seguridades humanas y poner mi seguridad en Dios.

Solo quien confía a ciegas en el proyecto de Dios sin pensar que será de su futuro, está preparado para dar el gran paso.

En este sentido, los discípulos nos dan ejemplo con su vida. Ellos no piden explicaciones a Jesús; no le preguntan él porque de esa elección y para que; no se preocupan por dejar lo que estaban haciendo para seguirle; ni siquiera piensan en el futuro que les espera o en el pasado que dejan. En ellos no hay ni palabras ni dudas. Solo hay una respuesta, un hecho, una actitud: escuchan la llamada de Jesús y, al momento, lo abandonan todo por seguirle. Enseguida y sin dudarlo un instante.


Lee esto y pregúntale al Corazón de Cristo que desea de ti...

Hoy, Señor, me presento ante ti
con todo lo que soy y lo que tengo.
Acudo a ti como persona sedienta, necesitada…
Porque sé que en ti encontrare respuesta.
Siento que no puedo vivir con la duda todo el tiempo
y que se acerca el momento de tomar una decisión.

Deseo ponerme ante ti con un corazón abierto
como el de María,
con los ojos fijos en ti esperando
que me dirijas tu Palabra.
Deseo ponerme ante ti como Abraham,
con el corazón lleno de tu esperanza,
poniendo mi vida en tus manos.
Deseo ponerme ante ti como Samuel,
con los oídos y el corazón dispuestos
a escuchar tu voluntad.

Aquí me tienes, Señor,
con un deseo profundo de conocer tus designios.
Quisiera tener la seguridad
de saber lo que me pides en este momento;
quisiera que me hablases claramente,
como a Samuel.
Muchas veces vivo en la eterna duda.
Vivo entre dos fuerzas opuestas
que me provocan indecisión
y en medio de todo no acabo de ver claro.

Sácame, Señor, de esta confusión en que vivo.
Quiero saber con certeza
el camino que tengo que seguir.
Quiero entrar dentro de mí mismo
y encontrar la fuerza suficiente
para darte una respuesta sin excusas, sin pretextos.
Quiero perder tantos miedos
que me impiden ver claro
el proyecto de vida que puedas tener sobre mi.

¿Qué quieres de mi Señor?
¡Respóndeme!
¿Quieres que sea un discípulo tuyo
para anunciarte en medio de este mundo?
Señor, ¿qué esperas de mí? ¿por qué yo y no otro?
¿Cómo tener la seguridad de que es este mi camino y no otro?


En medio de este enjambre de dudas
quiero que sepas, Señor,
que haré lo que me pidas.
Si me quieres para anunciar tu Reino,
cuenta conmigo, Señor.

Si necesitas mi colaboración
para llevar a todas las personas con las que
me encuentre hacia ti,
cuenta conmigo, Señor.

Si me llamas a ser testigo tuyo de una forma más radical
como consagrado en medio de los hombres,
cuenta conmigo, Señor.
Y si estas con deseos
de dirigir tu Palabra a mi oídos y a mi corazón,
habla, Señor, que tu siervo escucha.