La intoxicación producto de conductas nocivas y tendencias pecaminosas reflejan una vida espiritual muerta, o a punto de fracturarse hasta el punto de enfrentar el juicio divino que lleva a la destrucción consecuencia de sus múltiples acciones de desprecio contra lo que debía ser tenido por sagrado.
Dios nos llama a vidas sanas y plenas donde la consagración sea el lugar seguro donde vivir, escuchando la voz de Dios con un corazón limpio y disponible a honrar su dirección.