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Muchas veces no nos damos cuenta del inmenso poder que tienen nuestras palabras. Con ellas podemos levantar a alguien o derribarlo por completo. La Biblia, en Santiago 3:1-12, nos enseña que la lengua es un miembro pequeño que puede incendiar todo un bosque. Antes de hablar, pregúntate: ¿a dónde me llevará esta palabra?