La historia de Rut y Noemí es un profundo relato de redención donde Dios, por medio de circunstancias aparentemente casuales, muestra Su amor, cuidado y propósito. Tras la tragedia, Rut y Noemí regresan a Belén desamparadas, pero llegan justo al inicio de la siega. Rut, humilde y determinada, va a espigar sin rumbo fijo y termina en el campo de Booz, un pariente rico y temeroso de Dios. Este “azar” revela la providencia divina, que guía sin que a veces lo percibamos.
Booz se convierte en instrumento de gracia. Protege a Rut, le da sustento abundante y muestra compasión que supera toda expectativa. Rut reconoce que nada merece y se muestra agradecida; Booz, reflejo del carácter divino, da de la gracia que recibió. Mientras tanto, Noemí, antes amargada, se llena de esperanza al saber que Booz es pariente redentor, viendo que Dios no la había olvidado.
Esta redención anticipa a Cristo, nuestro verdadero Redentor, quien nos rescató no con oro, sino con Su sangre preciosa, plan preparado desde antes de la fundación del mundo. Dios siempre se adelanta a nuestra necesidad; conoce lo que nos falta y sabe lo que debe hacer, aunque Su tiempo no sea el nuestro. Él transforma el dolor en gozo, sostiene en medio del fuego y tiene respuesta para cada angustia.
Así, el libro de Rut nos llama a confiar sin exigir, conscientes de que todo es gracia inmerecida. Nos invita a acercarnos aDios con humildad y fe, sabiendo que Él nunca llega tarde y siempre tiene preparada una salida. Porque nuestro Redentor vive, nos ama con amor eterno y prolonga Su misericordia cada día. Solo en Él hay esperanza para transformar el lamento en baile y el vacío en plenitud.