366: Cómo aprovechar el tiempo para la gloria de Dios - 02/03/25 - #1341
02 March 2025

366: Cómo aprovechar el tiempo para la gloria de Dios - 02/03/25 - #1341

Iglesia de la Ciudad - Mensajes

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Pastor José Luis Cinalli

02/03/25

Cómo aprovechar el tiempo para la gloria de Dios




“Sean sabios… redimiendo el tiempo…”, Efesios 5:15-16 (NT-BAD, RVA).




El tiempo es un don por el que tendremos que rendir cuentas. Dios nos puso como administradores del tiempo y debemos hacerlo con sabiduría. “Enséñanos a entender la brevedad de la vida, para que crezcamos en sabiduría”, Salmo 90:12 (NTV). Jesús nunca estuvo apurado y jamás trató de ponerse al día con actividades atrasadas. No gozaba del beneficio de la Internet y no tenía secretaria que manejara su agenda, pero aun así tenía tiempo suficiente para estar con su padre en oración y reflexión. Jesús podía hacer todo porque tenía control sobre su tiempo. Hacer buen uso del tiempo parece sencillo, pero no lo es. Pablo dijo que el tiempo tiene que ser “redimido” (Efesios 5:16, RVA); es decir, recuperado de las ocupaciones inútiles para ser usado para la gloria de Dios. Debemos rescatar el tiempo perdido en aquellas cosas que suelen ser urgentes y no importantes para emplearlo para la honra del Señor. Pero, ¿cómo lo hacemos? He aquí algunas sugerencias:



1)     Presupuesta el tiempo. El tiempo que no presupuestes fluye hacia tus debilidades. Por lo general, se emplea una cantidad desmesurada de tiempo en hacer cosas que Dios no nos pidió hacer y, lo que realmente es importante, queda relegado a un segundo plano. El tiempo que pasas en las redes sociales, ¿es una inversión o un gasto? ¿Con quién interactúas? ¿A quién estás bendiciendo? Unos pocos minutos malgastados a lo largo de toda la vida equivale a años de oportunidades perdidas. ¿Cómo nos justificaremos cuando nos presentemos delante de Dios para rendir la mayordomía del tiempo? ¡Si no presupuestas tu tiempo, otros lo harán por ti! Hay muchas personas esperando ocupar tu tiempo y llenar tu agenda. No lo permitas. Guiado por el Espíritu Santo decide qué cosas debes hacer y cuáles no; con quién debes reunirte y con quién no lo harás. Ser asertivo y decir “no” a lo bueno para decir “si” a lo mejor es una característica de las personas que usan bien su tiempo. Pregúntate: “¿a qué me ha llamado Dios para que lo sirva de manera única?”. Utiliza la mayor parte de tu tiempo en llevar a cabo la obra que Dios te ha pedido y siempre en dependencia del Espíritu Santo.



2)     Agenda el tiempo que pasarás con Dios. ¡La base de toda disciplina es el uso disciplinado del tiempo! Utilizar el tiempo para ejercitarse en las disciplinas espirituales es de suma importancia y de suma urgencia. Nuestra costumbre es retirarnos lo más temprano posible en la noche para darle a Dios las primeras horas del día siguiente. Esto ha producido una maravillosa revolución en nuestro horario. Si observas nuestra agenda verás que las primeras horas del día están libres de distracciones e interrupciones, un tiempo maravilloso consagrado para la oración, la escritura y la reflexión. Presupuestar el tiempo y tener un horario es liberador. Nos ayuda a organizarnos. El horario debe ser un amigo, no un enemigo. Nos ayuda a encontrar el ritmo para una vida productiva que glorifique a Dios. Otra recomendación: ¡usa el tiempo al volante para aprender! Conducir un vehículo es una función mecánica que permite a la mente estar atenta a algo más que lo que ocurre en la carretera. Los beneficios de las grabaciones pueden ser de gran utilidad. Muchas veces preferimos conducir largas jornadas antes que usar el avión ya que nos permite ejercitarnos en varias disciplinas espirituales, entre ellas la contemplación. Desde el principio del proceso de quebrantamiento hubieron tres palabras rectoras que sirvieron para destronar a gente ansiosa y trabajólica como éramos nosotros. Seguir esa dirección trazada por el Señor nos ha dado fuerzas para confiar solo en Dios y nos ha librado del pantano del activismo y del grave pecado de creer que todo depende de nosotros. He aquí estos pasajes: “Quédate quieto en la presencia del SEÑOR, y espera con paciencia a que él actúe…”, Salmo 37:7 (NTV). “En descanso y en reposo seréis salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortaleza…”. Isaías 30:15 (RV60). “Él será la seguridad de tus tiempos, te dará en abundancia salvación, sabiduría y conocimiento; el temor del SEÑOR será tu tesoro”, Isaías 33:6 (NVI).



3)     Libérate del pasado. No seas indulgente con los pensamientos nostálgicos del ayer para que no se conviertan hoy en tus ídolos. “Nunca preguntes por qué todo tiempo pasado fue mejor. No es de sabios hacer tales preguntas”, Eclesiastés 7:10 (NVI). Aprende del pasado y vive el presente aprovechando las oportunidades que Dios te ofrece. Claro que se nos está permitido entristecernos cuando las temporadas felices terminan, pero no debemos resentirnos por la pérdida. Una cosa es rememorar aquellos gratos tiempos y otra cosa es codiciarlos. Por otra parte, muchas personas viven lamentándose por los errores y pecados del pasado. Redime el tiempo que pasas culpándote por lo que hiciste o dejaste de hacer. Ponle punto final a las dolorosas experiencias del pasado y sigue y sirve a Jesucristo con toda pasión. Dos hermanos fueron criados en el mismo hogar. Compartieron la dura experiencia de crecer junto a un padre alcohólico, autoritario e irresponsable, el cual estuvo varias veces en la cárcel por su mala conducta. El hermano mayor se convirtió en alcohólico, dejó la escuela y se casó. Maltrataba a su familia, no trabajaba y en repetidas ocasiones tuvo problemas con la justicia. En una ocasión le preguntaron por qué actuaba de esa manera, y él contestó: “con el padre y la infancia que tuve, ¿cómo podría ser diferente?”. El hermano menor, a pesar de los problemas y las dificultades, nunca dejó de estudiar, se casó y se convirtió en un atento esposo y en un buen padre. Era también un empresario exitoso que aportaba mucho a su comunidad. Un día le preguntaron a qué atribuía su éxito, a lo que él respondió: “con el padre y la infancia que tuve, ¿cómo podría no ser diferente?”. ¡El pasado no debe ser una excusa para detenernos en la vida! Probablemente no puedas decir con orgullo que eres “hijo/a de...”; quizás tu herencia no sea de la mejor. Tal vez la brujería, la inmoralidad o los malos tratos fueron el ambiente diario de tu hogar, pero la buena noticia es que tus verdaderas raíces se funden en Dios: “Antes de haber hecho el mundo, Dios nos amó y nos eligió...”, Efesios 1:4 (NTV). “Todavía no había nacido yo, cuando tú ya me cuidabas. Aún estaba yo dentro de mi madre, cuando tú ya eras mi Dios”, Salmo 22:10 (TLA), Isaías 46:3-4. No puedes ir muy lejos en la vida si viajas mirando por el espejo retrovisor. No mires atrás. Si has experimentado algo doloroso, no permitas que esa experiencia sea el enfoque de tu vida; deja de hablar de ello; deja de mencionárselo a tus amigos. Tienes que ir más allá, pues a menos que dejes ir lo viejo, Dios no podrá traerte lo nuevo. Bueno o malo, ya pasó. “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante”, Filipenses 3:13. ¡Mira hacia el futuro! Sacúdete de las malas experiencias del ayer. Suéltate del dolor por las heridas del pasado; recibe lo sobrenatural de Dios y camina seguro hacia tu destino.



4)     Decide intencionadamente lo que no harás. Una forma de glorificar a Dios con nuestro tiempo es usar las 24 horas del día para cumplir sus propósitos. No se trata de hacer cosas para Dios, sino de hacer lo que Él quiere que hagamos. Un día repleto de actividades no es sinónimo de un buen uso del tiempo. Cultivar la comunión con Dios de modo que podamos discernir aquellas cosas que nos ha encomendado para la edificación de su iglesia y la expansión y gloria de su reino eso sí es aprovechar bien el tiempo. Los creyentes tenemos un trabajo que hacer para Dios y tenemos que terminarlo antes de morir. Tu vida y tu obra deben terminar juntos. Dios dijo de David: “He encontrado… a un hombre conforme a mi propio corazón; él hará todo lo que yo quiero que haga”, Hechos 13:22 (NTV). Y David hizo lo que Dios quería que hiciera: “En vida, David hizo lo que Dios quería. Después murió...”, Hechos 13:36 (PDT). Esta es la descripción suprema de una vida que valió la pena ser vivida. Otra versión dice así: “Ciertamente David, después de servir a su propia generación conforme al propósito de Dios, murió...”, Hechos 13.36 (BAD). Descuidar cualquier cosa que Dios te pidió sería pecado. Enfréntate a la difícil decisión de qué cosas omitirás hacer. Siempre hay mucho que hacer y las demandas aumentan a medida que nos involucramos más en la obra de Dios. Haz todo aquello que promueva principalmente el honor del nombre de Dios. Dar prioridad a Dios. Primero lo primero, primero Dios. Juan Wesley decía: “tengo tantas cosas por hacer que dedico la mayor parte del tiempo a orar, antes de estar dispuesto a hacerlas”. ¿Sabes a qué has sido llamado? Descubre esas cosas que compiten por el tiempo que le pertenece a Dios. ¿Duermes más de la cuenta? ¿Pasas mucho tiempo en reuniones sociales y familiares? ¿Inviertes mucho tiempo en la apariencia física? Descubre el ídolo que compite por tu Dios y destrúyelo.




Conclusión. Cuando trabajamos para redimir el tiempo, reflejamos a nuestro Creador. Dios es nuestro ejemplo máximo. Él redime todo el tiempo y lo hace en el momento preciso. Somos llamados a redimir los años que Él nos ha dado como parte de nuestra adoración a Dios.