Jesús no solo envía a sus discípulos, sino que les marca el estilo con el que deben hacerlo: sin alforja, sin oro, sin plata. No les está pidiendo resultados, sino fidelidad; no les exige discursos, sino coherencia. El anuncio del Reino no necesita muchos adornos, sino verdad. Porque el mensaje tiene fuerza propia cuando el mensajero no lo oculta detrás de intereses personales.