La escena narrada por Juan presenta un episodio conmovedor donde se enfrentan la compasión auténtica de Jesús y la fría severidad de quienes se creen perfectos. Una mujer sorprendida en adulterio es traída ante Él como trampa y excusa para acusarlo. Sus acusadores apelan a la Ley mosaica, exigiendo castigo, convencidos de su rectitud moral y sin sombra aparente de remordimiento.