Jesús pronuncia palabras que incomodan: “No he venido a traer la paz, sino la espada.” Esta afirmación rompe con la imagen dulcificada de un Cristo siempre conciliador. Lo que Jesús advierte no es un llamado a la violencia, sino a la división que su mensaje puede provocar: una vida que se entrega a Dios, una verdad que se defiende con coraje, suele contrastar con la comodidad, el egoísmo y el conformismo del entorno. Incluso dentro de la propia familia.