El cuarto domingo de Cuaresma, conocido tradicionalmente como "Laetare", es una pausa luminosa en medio del itinerario penitencial hacia la Pascua. Este domingo nos ofrece un destello anticipado de la alegría que vendrá, reflejada en la emblemática parábola del hijo pródigo, una narración que trasciende épocas, culturas y que desafía, como pocas, la lógica humana de la justicia y la misericordia.