El relato muestra a Jesús y sus discípulos atravesando un sembrado en sábado. Tienen hambre y arrancan espigas. Los fariseos, atentos a la mínima infracción, los acusan. Para ellos, cumplir la ley era más importante que la vida misma. Pero Jesús, con firmeza y sabiduría, los confronta: “Si supieran lo que significa: Misericordia quiero y no sacrificios, no condenarían a los inocentes”.