El pasaje nos lleva a uno de los momentos más íntimos y reveladores de Jesús: su oración al Padre. No hay parábolas, no hay señales, solo la voz del Hijo agradeciendo y revelando un secreto espiritual de gran profundidad: los misterios de Dios no se comprenden desde la arrogancia del saber humano, sino desde la humildad del corazón. Aquellos que se creen sabios, autosuficientes o intelectualmente superiores, muchas veces se pierden lo esencial del Reino.