El pasaje del hombre enfermo junto a la piscina de Betesda exhibe un escenario de contradicciones profundas. Treinta y ocho años permaneció aquel hombre junto al estanque, esperando el movimiento de las aguas. Sin embargo, jamás consiguió llegar a tiempo; siempre alguien más rápido, más fuerte o más ágil se adelantaba.