
La vida está llena de decisiones. Algunas parecen pequeñas y sin importancia, mientras que otras tienen el poder de transformar nuestro futuro y el de quienes amamos.
La Palabra nos recuerda que no podemos confiar solo en nuestro propio entendimiento; necesitamos la dirección divina. Buscar la voluntad de Dios en cada elección es reconocer que nuestras decisiones no son neutrales: pueden llevarnos hacia una vida más cerca de Él o alejarnos de Su propósito.
Dios, en Su infinita misericordia nos da la libertad de decidir.
La Biblia nos enseña que los errores humanos no tienen la última palabra, porque la providencia de Dios siempre está presente. En Su soberanía, Él puede tomar incluso nuestras decisiones equivocadas y transformarlas en enseñanza, restauración y bendición.
Esto no elimina nuestra libertad: Dios nos creó con la capacidad de elegir, aun sabiendo que fallaríamos. Pero en medio de esa fragilidad, Su gracia se manifiesta con más poder.
La clave está en nuestra respuesta. No debemos quedarnos en la culpa, sino permitir que el Espíritu Santo nos guíe al arrepentimiento y al aprendizaje. Cada error puede ser una oportunidad para crecer en humildad y madurez espiritual.
Finalmente, debemos esperar y confiar, pues los tiempos de Dios son perfectos. Aunque nuestras decisiones no siempre estén alineadas con Su plan ideal, Él puede redirigir nuestro camino para cumplir Su propósito. Lo importante es mantener un corazón sensible, dispuesto a aprender y a confiar en que Su gracia nos levanta una y otra vez