En el último año de la Segunda Guerra Mundial, Adolf Hitler dirigió la atención de la Alemania nazi hacia las llamadas «armas de venganza»: la bomba voladora V1 y el imparable cohete V2, con ellas la labor de los bombarderos ya no era necesaria pero aún así fue un bombardero el que dejó caer de sus bodegas el arma más destructiva de la historia sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, la bomba atómica. Los siguiente años la combinación de los cohetes con la bomba atómica dará como resultado al misil nuclear, el arma que destronará al bombardero en la cima del armamento de guerra.