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El negarse a aceptar la realidad no hace que desaparezca. La legislatura está agotada, aunque Sánchez pretenda seguir como si nada. Lo normal sería la convocatoria de unas elecciones anticipadas, como hizo Felipe González en 1995. No tenía ningún sentido continuar sin contar con una mayoría estable en el Congreso de los Diputados y, tras la derrota en las elecciones de 1996, ni siquiera intentó formar gobierno. En cambio, las convicciones democráticas de Sánchez son más bien endebles y la situación se ha vuelto tan grotesca que sus portavoces han pedido a Junts mantener un «canal de diálogo» a pesar de la ruptura.