Texto Bíblico: 1 Juan 2.1-6; 4.9-17
Texto Áureo: 1 Juan 4.10
“En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados.”
A finales del primer siglo, la comunidad cristiana enfrentó una profunda crisis doctrinal: algunos comenzaban a negar que Jesucristo había venido en carne, reduciendo su existencia a una mera ilusión espiritual. Esta negación no era un detalle menor, sino una amenaza directa al fundamento de la fe cristiana: la encarnación real de Dios en la persona de Jesús de Nazaret. El autor de la primera carta de Juan responde con contundencia, reafirmando que Cristo no solo fue real, sino que murió como verdadero ser humano para salvarnos.
Esta enseñanza no es una teoría teológica abstracta, sino una afirmación con implicaciones prácticas: Dios nos amó primero, y ese amor se manifestó de forma visible, tangible, y sangrante en la cruz. Por lo tanto, si queremos conocer a Dios, no basta con decirlo: debemos amar como Cristo amó, con un amor que se encarna en actos concretos, en servicio, en entrega y en sacrificio. Esta es la belleza del llamado cristiano: vivir el amor de Dios como una experiencia encarnada, visible y transformadora. Como afirma 1 Juan 4:17, “nosotros somos en este mundo tal como es Jesucristo.”
OBJETIVOS
Visite www.eldiscipulo.org para acceder las presentaciones de PowerPoint
Puede adquirir la revista en el siguiente enlace:
El Discípulo: Revista para la Educación Cristiana Transformadora