Dejar que el nudo del enfado nos quite el aire y nos ahogue hará que tarde o temprano aparezca el pinchazo de la ira, y con ella ese huracán que pone en nuestra boca palabras que más tarde lamentamos. Aprender a gestionar las emociones siempre será más saludable, más lógico y más práctico que acabar cayendo en una discusión sin sentido.