Vivimos pues en una cultura del relativismo, de la subjetividad, en donde cada uno tiene su verdad que es correcta, y en donde lo importante es hacer lo que “yo quiera”.
Una contínua revolución contra todas las normas en donde tenemos por centro el “yo”, y no solo eso, sino que la humanidad se mueve alrededor del culto al consumismo, al poder y al placer. Una crisis de identidad a la que pocos sabemos responder con la óptica de la fe.
Acompáñanos a descubrirla.