Pocas veces nos detenemos a pensar lo que está en el fondo de lo que hablamos y de cómo nuestras palabras afectan o edifican a los demás.
A través de este salmo, se nos invita a reflexionar sobre cómo nuestras palabras son dirigidas por el discurso del corazón. Si amamos la verdad, nuestra boca hablará lo que sea necesario para edificar, pero si amamos la maldad, nuestra boca será un arma letal que destruirá a todo aquél que se interponga en nuestros anhelos.
Cuando nuestro corazón está lleno del evangelio, nuestro corazón dejará de buscar estar seguro en otras cosas y nuestra boca estará lista para adorar y edificar.