Jesús le había dado una advertencia no sólo a Pedro sino también al resto de sus discípulos a no confiar en ellos mismos cuando les dijo que no dejaran de orar para que no cayeran en tentación (Mt. 26:41) ¿Cuál tentación? La de confiar en ellos mismos. Confiar que ellos tenían todo bajo control. Pensar que no había nada que los hiciera desfallecer.
Así como Jesús cuidó de sus discípulos y los guió para que confiaran en él y no en sus fuerzas, es lo mismo que hace hoy con nosotros. El evangelio se trata de lo que Jesús hizo para salvarnos, no se trata de nuestras habilidades para ganarnos el favor de Dios. El Señor sigue trabajando en nuestros corazones para que dejemos cada día de poner nuestra esperanza en nosotros mismos y que cada día podamos obtener nuestra esperanza en lo que él hace en nosotros.
La historia de Pedro es un buen recordatorio de que aunque fallemos, Jesús estará para restaurarnos, para que un día podamos estar donde él está para siempre.