Cristo exhibió su amor humilde durante todo su ministerio terrenal, ese amor se ejemplifica notablemente en el capítulo 13 donde se nos relata la última Cena del Señor Jesús con sus discípulos. Este relato comienza con los discípulos sentándose a cenar con los pies sucios. En una muestra sorprendente de humildad, Jesús se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó y comenzó a lavar los pies de los discípulos. El Creador y Gobernante delUniverso lavando humildemente los pies sucios de los discípulos; “lavar los pies a otros” era una tarea reservada solo para los siervos del más bajo rango.Ante esta acción de parte de Jesús Pedro protesta, pero Jesús le explica que es necesario que lo haga.
¿Qué puede ser más sucio que un par de pies llenos de polvo y quizás lodo de caminar kilómetros sobre el polvo? Un corazón lleno de pecado desde su nacimiento, un corazón que ha ido de continuo al mal, que se ha rebelado contra su creador. Un corazón lleno de odio, pleitos, chisme, venganza, un corazón que no se ha rendido a Jesús.
Pedro vio una gran incongruencia entre El Señor de la gloria, y los pies sucios de Pedro ¡qué contraste! Aún así, el contraste mayor lo vemos cuando El Señor de la gloria Jesús entrega su vida para limpiar nuestros sucios, negros y lleno de pecados corazones. Para limpiar un par de pies sucios se requiere un buen jabón y agua, pero no hay fórmula humana que limpie el corazón corrupto humano: Sólo la sangre de Jesús, puede lavar el corazón de un pecador arrepentido.