Esperar es parte de nuestra experiencia humana, todo el tiempo estamos esperando algo. El problema de nuestros corazones es que no nos gusta esperar, más bien, queremos tener el control para que nosotros seamos los que determinemos cuándo y cómo suceden las cosas; sin embargo, como no somos Dios y no tenemos ese poder y control, nos frustramos y en muchas ocasiones nos llenamos de ansiedad, temor e incluso, amargura.
A través de este Salmo 40, se nos recuerda que esperar en Dios no es solamente quedarse de brazos cruzados sin hacer nada, más bien es confiar en la soberanía y providencia de Dios que cuida de nuestras vidas y cumplirá sus propósitos buenos, agradables y perfectos en nosotros en el tiempo que él ha determinado.