997 – Sal 131:1-2 – Salmos. Confiando en Dios como un niño.
“Jehová, no se ha envanecido mi corazón, ni mis ojos se enaltecieron; ni anduve en grandezas, ni en cosas demasiado sublimes para mí.”
El envanecimiento, orgullo es el resultado de sobreestimarnos y subestimar a los demás. También nos lleva a la ansiedad porque nos sentimos insatisfechos con lo que tenemos y preocupados por lo que los demás tienen. La vanidad nos mantiene hambrientos por más atención y más adoración. En contraste, la humildad coloca a los demás en primer lugar y nos alegra que Dios dirija nuestra vida. Ese contentamiento nos da seguridad y hace que ya no necesitemos probarnos ante otros. Normalmente, si uno proclama su propia humildad, la pierde en el proceso. Pero el salmista aquí lo hace de manera dócil y humilde en conversación con Dios. Permita que la humildad y la confianza impacten la perspectiva de su vida y le dé fortaleza y libertad para servir a Dios y a los demás. “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.” (Fil 2:3-4).
1. La humildad y descanso en Jehová (Sal 131:1-2).
“Jehová, no se ha envanecido mi corazón, ni mis ojos se enaltecieron; ni anduve en grandezas, ni en cosas demasiado sublimes para mí.” Lo que expresa el salmista es lo opuesto al orgullo y la arrogancia. El corazón orgulloso produce ojos que se han enaltecido y la arrogancia también viene del orgullo. “Altivez de ojos, y orgullo de corazón, y pensamiento de impíos, son pecado.” (Pr 21:4). El cristiano que quiere glorificar a Dios no busca su propia grandeza. “El deseo de los humildes oíste, oh Jehová; Tú dispones su corazón, y haces atento tu oído“(Sal 10:17). “Bienaventurado el hombre que siempre teme a Dios; mas el que endurece su corazón caerá en el mal. “ (Pr 28:14). “En verdad que me he comportado y he acallado mi alma como un niño destetado de su madre; como un niño destetado está mi alma.” (Sal 131:2). El salmista presenta la figura del niño que al ser destetado puede sentir angustia; pero siente paz de nuevo cuando descansa en los brazos de su madre. “Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová. Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto.” (Jer 17:7-8). Algo semejante sucede al nuevo creyente en Cristo; cuando pasan los primeros tiempos de su nueva vida en Cristo y tiene que aprender a vivir por fe, puede experimentar dudas y angustias. Entonces encuentra su seguridad en descansar en Dios y aceptar por fe lo que Dios dice de su posición en Cristo. “Porque así dijo Jehová el Señor, el Santo de Israel: En descanso y en reposo seréis salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortaleza. Y no quisiteis. Por tanto, Jehová esperará para tener piedad de vosotros, y por tanto, será exaltado teniendo de vosotros misericordia; porque Jehová es Dios justo; bienaventurados todos los que confían en Él.” (Is 30:15, 18) “Con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas.” (Lc 21:19). Al reino de Dios, que es básicamente justicia, paz y gozo, puede entrar un niño confiado e ingenuo; de hecho, sólo alguien que sea como un niño. “Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos.