1135 – Is 43:1-2 – Isaías 43. Dios el único Redentor.
Ahora, así dice Jehová, Creador tuyo, oh Jacob, y Formador tuyo, oh Israel: No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú. Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti.
En Isaías 43, Dios dice al pueblo que, a pesar de su fracaso espiritual: Les mostraría misericordia. Los traería de regreso del cautiverio y los restauraría. Les derramaría amor y no ira. Entonces el mundo sabría que únicamente Dios había hecho esto. El Señor exhortó, animó a la nación con dos mandamientos a: No temer (Is 43:1-7). Dios recuerda el cuidado y protección a Israel y a la iglesia a través de algunos de sus atributos (Creador, Formador, Redentor, Santo, Rey). Ser testigos de Dios (Is 43:8-28). La condición de Israel mostraría al mundo que Él es el único Dios verdadero (Is 43:8-13); Él los libraría de Babilonia y los llevaría a su tierra en un nuevo y segundo “éxodo” (Is 43:14-28).
I. Exhortación a Israel a no temer (Is 43:1–7). “Ahora, así dice Jehová, Creador tuyo, oh Jacob, y Formador tuyo, oh Israel: No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú.” (Is 43:1). Se exhorta a Jacob (que también recibe el nombre de Israel) a no temer durante el cautiverio. ¿Por qué no debían temer? Dios era su Creador (Is 43:7), su Formador (Is 43:7, 21; 44:2, 24) y había sido su redentor de la esclavitud en Egipto. Por lo tanto, Dios confirma a su pueblo no temas, porque: 1. Yo te he redimido (Is 43:1). “Redimí” significa “comprar de la esclavitud” del pecado (Is 41:14; 43:14; 44:22–23; 48:20; 52:9; 63:9). 2. Yo te he llamado (Is 43:1). La Gracia de Dios. 3. Yo estaré contigo (Is 43:2). La Comunión con Dios. 4. Yo te he amado (Is 43:4). El Favor inmerecido de Dios. 5. Yo te recogeré (Is 43:5). La esperanza bienaventurada (1Pe 1:3-4). 6. Yo te he creado para mi gloria. Es un privilegio glorificar a Dios por la eternidad (Is 43:7,21). 7. Vosotros sois mis testigos (Is 43:10). Como pueblo de Dios tenemos una responsabilidad, compromiso. Una vida piadosa, en santidad, produce testimonio convincente del poder salvador de Dios. Esto glorifica a Dios. “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.” (Mt 5:16). Pedro nos recuerda que “manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras.” (1Pe 2:12). Así que, en medio de la prueba, que aquí incluye inundaciones y fuego (Is 43:2), el pueblo de Dios no debe temer, pues Dios estará con él y lo protegerá. (Dn 3:23-28).
II. Israel como testigo al mundo (Is 43:8-13). “Vosotros sois mis testigos, dice Jehová, y mi siervo que yo escogí, para que me conozcáis y creáis, y entendáis que yo mismo soy; antes de mí no fue formado dios, ni lo será después de mí.” (Is 43:10). Dios invitó a Israel, aunque todavía estaba ciego y sordo espiritualmente (Is 42:20; 43:8-9; 48:8), a presentarse delante de las naciones como sus verdaderos testigos. “Yo, yo Jehová, y fuera de mí no hay quien salve. Yo anuncié, y salvé, e hice oír, y no hubo entre vosotros dios ajeno. Vosotros, pues, sois mis testigos, dice Jehová, que yo soy Dios.” (Is 43:11-12). Después declaró que el pueblo de Israel era su testigo (Is 43:12; 44:8)