1132 – Is 40:28 – Isaías 40. La grandeza de Dios.
¿No has sabido, no has oído que el Dios eterno es Jehová, el cual creó los confines de la tierra? No desfallece, ni se fatiga con cansancio, y su entendimiento no hay quien lo alcance.
Las profecías de los capítulos Is 40-66 van dirigidas a Judá como si el cautiverio en Babilonia (profetizado en Is 39:5-7) ya fuera una realidad presente, aunque ese cautiverio sucedió 100 años después. La primera parte del libro (Is 1–39) está llena de mensajes de juicio, pero la segunda (Is 40-66) enfatiza el consuelo de Dios por la restauración y liberación futura del pueblo. “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación,” (2Co 1:3). Esta segunda parte de Isaías se divide en tres secciones de nueve capítulos cada una (Is 40-48; 49-57; 58-66). Las profecías de liberación giran alrededor de tres eventos: E1) La liberación del cautiverio de Babilonia (Is 40-48). El tema central es el libertador, el monarca Ciro llamado por Dios mi pastor, mi ungido (Is 44:28–45:1) y presenta el primero de cuatro cánticos (salmos) del siervo sufriente, Jesucristo (Is 42:1-9). E2) El rechazo y la restauración del Siervo sufriente: el Mesías, Jesucristo (Is 49-57). Presenta los otros tres cánticos del siervo sufriente, el Mesías Jesucristo (Is 49:1-13; 50:4-10; 52:13-53:12). E3) La restauración completa de Dios para Israel y el mundo (Is 58-66). En esta encontramos la primera y segunda venida del Mesías (Is 61-63). El milenio y la eternidad (Is 65-66). La segunda parte de Isaías (Is 40) inicia con uno de los mejores lugares de toda la Biblia para aprender acerca de nuestro Dios. Él es el único que reina sobre todas las cosas. Dios es el Soberano Santo de Israel. Su magnificencia se demuestra en tres formas. Dios es grande, majestuoso por: Libertar, Perdonar (Is 40:1-11). Al compararlo con otros dioses (Is 40:12-21). Sus obras (Is 40:22-31).
I. Palabras de consuelo: La liberación se acerca (Is 40:1–11). “Consolaos, consolaos, pueblo mío, dice vuestro Dios.” (Is 40:1). El pueblo de Dios debe consolarse por la futura liberación del pecado. Las palabras “consolaos”, con sus sinónimos aparecen 13 veces en Is 40–66. “Yo, yo soy vuestro consolador. ¿Quién eres tú para que tengas temor del hombre, que es mortal, y del hijo de hombre, que es como heno?” (Is 51:12). Jesucristo rogó al Padre para que enviara el consolador, el Espíritu Santo (Jn 14:16-17). “Hablad al corazón de Jerusalén; decidle a voces que su tiempo es ya cumplido, que su pecado es perdonado; que doble ha recibido de la mano de Jehová por todos sus pecados.” (Is 40:2). Así como una madre habla a su pequeño, así hablaría Dios a Jerusalén, con ternura. Al corazón, con palabras suaves y de ánimo, consuelo. (Os 2:14). El consuelo era que ya habían recibido “suficiente” castigo y que el pago por su pecado estaba “saldado, perdonado”. “Si confesamos nuestros pecados, Él (Cristo) es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” (1Jn 1:9). “Voz que clama en el desierto: Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios.” (Is 40:3). La nación completa estaba en un desierto espiritual y todos necesitaban prepararse espiritualmente para la manifestación del Señor. Los cuatro evangelios aplicaron Isaías 40:3 a Juan el Bautista (Mt 3:1-4; Mr 1:1-4; Lc 1:76-78; Jn 1:23).