1113 – Cnt 8:7 - Cantares. El poder del amor.
Las muchas aguas no podrán apagar el amor, ni lo ahogarán los ríos. Si diese el hombre todos los bienes de su casa por este amor, de cierto lo menospreciarían.
La pareja de Cantares solucionó sus dificultades, desacuerdos y vuelven a encender su amor. Acepte el amor de su cónyuge como un regalo de Dios y luche, trabaje diariamente para hacerlo un reflejo del amor perfecto que viene de Dios mismo. Los creyentes no tenemos excusa para amar “porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.” (Ro 5:5).
I. La fuerza del amor (Cnt 8:5). “Ponme como un sello sobre tu corazón, como una marca sobre tu brazo; porque fuerte es como la muerte el amor; duros como el Seol los celos; sus brasas, brasas de fuego, fuerte llama.” El sello era un anillo trabajado o una piedra preciosa labrada. El hombre lo llevaba en uno de sus dedos, y la mujer atada con un cordel colgando de su cuello sobre su corazón. Cuando estos sellos eran intercambiados por los novios, esto era señal de que sólo la muerte podía separarlos. El amor es tan fuerte como la muerte, no puede aniquilarlo el tiempo ni un desastre, ni puede comprarse por ningún precio porque se da libremente. Se debe aceptar como un regalo de Dios para luego disfrutarlo dentro de los principios establecidas por Él. Para lograr cumplir los principios de Dios para el matrimonio es necesario ser llenos, controlados por el fuego del Espíritu Santo y poder entonces someternos los unos a los otros en el temor de Dios. Que las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; y que el marido ame a la esposa como Cristo amó a la iglesia. Pablo resume la exhortación mandando: “Por lo demás, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido.” (Ef 5:18-33).
II. El poder del amor (Cnt 8:6). “Las muchas aguas no podrán apagar el amor, ni lo ahogarán los ríos. Si diese el hombre todos los bienes de su casa por este amor, de cierto lo menospreciarían.” Nuestra sociedad confunde amor con sensualidad. A diferencia de la sensualidad, el tipo de amor de Dios es canalizado hacia otros, no hacia nosotros mismos, lo que es egoísmo. El amor no tiene precio y solo cuanto más nos parezcamos a Cristo, más amor brindaremos a nuestro cónyuge, la familia, y al prójimo. Pablo afirma que: “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.” (1Co 13:4-7).
III. Ejemplo para las jóvenes (Cnt 8:8-10). “Tenemos una pequeña hermana, que no tiene pechos; ¿Qué haremos a nuestra hermana cuando de ella se hablare? Si ella es muro, edificaremos sobre él un palacio de plata; si fuere puerta, la guarneceremos con tablas de cedro. Yo soy muro, y mis pechos como torres, desde que fui en sus ojos como la que halla paz.” La sulamita es un muro, no una puerta, temerosa de los principios de Dios para el matrimonio, con suficiente integridad, guardó su virginidad para el matrimonio, fiel en el matrimonio, para ser ejemplo y proteger a otras desde la niñez. Ha encontrado la paz en la maternidad y se ha constituido en modelo para todas sus “pequeñas hermanas”. “Engañosa es la gracia, y vana la hermosura; la mujer que teme a Jehová, ésa será alabada.” (Pr 31:30).