1003 – Sal 137:4 – Salmos. ¿Cómo podemos cantar a Dios?
¿Cómo cantaremos cántico de Jehová en tierra de extraños?
El Sal 137 es claramente acerca de la cautividad babilónica de Judá. Este Salmo fue escrito poco después del regreso del cautiverio babilónico en 538 a. de J.C. Los israelitas fueron llevados al cautiverio por haber dejado de seguir a Dios; pero estando allá recordaron lo bueno que era alabar a Dios en Jerusalén. A menudo no apreciamos lo que Dios nos ha dado hasta que se nos quita. Se destaca en el Salmo el contraste entre el espíritu tierno de la primera parte y la dura imprecación, clamor por justicia, al final.
1. Dolor (Sal 137:1-3)
“Junto a los ríos de Babilonia, allí nos sentábamos, y aun llorábamos, acordándonos de Sion. Sobre los sauces en medio de ella colgamos nuestras arpas. Y los que nos habían llevado cautivos nos pedían que cantásemos, y los que nos habían desolado nos pedían alegría, diciendo: Cantadnos algunos de los cánticos de Sion.” La llanura de Babilonia era regada por una red de canales entre los ríos. Los israelitas vivían en aldeas al lado de estos canales. Allí, cuando recordaban sus tiempos en Palestina, especialmente sus fiestas de alabanza a Dios, lloraban; no podían cantar, entonces colgaban sus liras en los sauces. “Así es con los verdaderos creyentes cuando ven a la iglesia maltratada y se ven incapaces de hacer nada en su socorro; podríamos soportar cualquier cosa menos esto. En nuestros tiempos, la Babilonia del error y la falsa doctrina hace estragos en la ciudad de Dios, y los corazones de los fieles se sienten dolorosamente heridos cuando ven la verdad derribada por las calles y la incredulidad creciente entre los que profesan ser siervos del Señor. Protestamos, pero al parecer es en vano; la multitud sigue ciegamente a sus ídolos.” C. H. Spurgeon. ¿Qué deberíamos hacer? Continuemos la carrera con los ojos puestos en Jesús (He 12:2), y anhelemos de corazón la Jerusalén celestial donde “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.” (Ap 21:4).
2. ¿Cómo cantaremos a Dios? (Sal 137:4-6)
“¿Cómo cantaremos cántico de Jehová en tierra de extraños? Si me olvidare de ti, oh Jerusalén, pierda mi diestra su destreza. Mi lengua se pegue a mi paladar, si de ti no me acordare; si no enalteciere a Jerusalén como preferente asunto de mi alegría.” No podrían cantar sus canciones alegres porque estaban tristes, pero aún más sería un sacrilegio cantar estas alabanzas a Jehová para entretener a los adoradores de ídolos. Entonces, el salmista anuncia una auto imprecación: “Si profano y olvido mis raíces espirituales, que pierda mi habilidad de cantar.” Hay incontables placeres que tientan al creyente, pero el verdadero hijo de Sion prefiere vivir en santidad “Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos. Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios, que habitar en las moradas de maldad.” (Sal 84:10). Algunos se hallan en gran dificultad, tribulación, aflicción, perdieron un ser querido, no saben cómo obtendrán el pan para mañana y preguntan ¿Cómo podemos cantar a Dios? El salmista responde “Alabaré a Jehová en mi vida; Cantaré salmos a mi Dios mientras viva.” (Sal 146:2). Si estás vivo “Alabad al Dios de los cielos, porque para siempre es su misericordia” (Sal 136:26).
3. Imprecación, petición a Dios por justicia (Sal 137:7-9)
“Oh Jehová, recuerda contra los hijos de Edom el día de Jerusalén, cuando decían: Arrasadla, arrasadla hasta los cimientos. Hija de Babilonia la desolada, Bienaventurado el que te diere el pago de lo que tú nos hiciste. Dichoso el que tomare y estrellare tus niños contra la peña.” El salmista pide a Dios que él haga justicia. Cuando los caldeos derrotaron a Jerusalén en 587 a. de J.C., los edomitas ayudaron a quitar la vida a los israelitas y a destruir la ciudad. El profeta Jeremías proclama la destrucción de Edom.