El año 1968 estaba destinado a ser el de la gran presentación de México como el país del progreso. Después de ganar la batalla a Buenos Aires, Detroit y Lyon, las Olimpiadas iban a celebrarse por fin en la capital mexicana, y que su candidatura fuera la elegida suponía un gran reto: por primera vez en la Historia, una ciudad latinoamericana sería la encargada de organizar el acontecimiento deportivo más importante del mundo.