Qué bueno es Dios que nos permite compartir con ustedes un nuevo capítulo del Catálogo Divino.
Cuando el emperador Valeriano exigió al diácono Lorenzo que le entregara todos los bienes de la Iglesia, respondió éste con aparente ironía: “la Iglesia es rica, sí, no lo niego”. Y pidió un tiempo para reunir e inventariar tales riquezas.
Y, en efecto, en poco tiempo reunió Lorenzo ante las puertas del emperador el verdadero tesoro de la Iglesia: una multitud de pobres y desposeídos.
El Señor dijo: “a los pobres siempre los tendréis”; y además agregó: “Lo que hicisteis a uno de estos pequeños, a mí me lo hicisteis”. Por ello, en los pobres descubrimos el rostro de Cristo, nuestro único tesoro.
Todos los santos han sido maestros del amor y la caridad y nos han dejado un ejemplo que debemos esforzarnos en reproducir.
Hoy 11 de julio, hacemos memoria de algunos de estos testigos del amor divino.
Conmemoramos a: san Benito, abad; san Pío I, papa; san Marciano, mártir; san Leoncio, obispo; san Drostán, abad;
Santa Marciana, virgen y mártir; santos Plácido, mártir, y Sigisberto, abad; san Hidulfo, abad; san Abundio, presbítero y mártir;
Santa Olga de Kiev, reina; san Quetilo, canónigo regular; beato Bertrando, abad; beatos Tomás Benstead y Tomás Sprott, presbíteros y mártires;
Beatas Rosalía, María Isabel, María Clara y María Margarita, vírgenes y mártires; y las santas Ana An Xinzhi, María An Gouzhi, Ana An Jiaozhi y María An Lihua, vírgenes y mártires.
Después de la Reforma Luterana, en 1536, en Dinamarca estaba prohibido ser católico. Este país aprobó la plena libertad religiosa con la constitución de 1849 y actualmente existen alrededor de 45.000 católicos registrados en Dinamarca.
Esta tierra vio nacer a un gran santo, nacido antes de la reforma Luterana. Se trata de San Quetilo de Viborg.
Pidamos la intercesión de este santo canónigo que hizo de Cristo su único y más entrañable tesoro.
Dios todopoderoso y eterno, tú que eres el maravilloso esplendor de tus santos, y que en este día has exaltado a tu bendito confesor y sacerdote Quetilo a la gloria de la bienaventuranza eterna, concédenos que aquel cuya memoria honramos en la tierra, nos proteja con la ayuda de su intercesión y con tu misericordia en el cielo. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
En una de las audiencias generales que dedicó el Papa Francisco a los vicios y virtudes, dijo sobre la avaricia:
La avaricia no es un pecado que afecte sólo a las personas con grandes patrimonios, sino un vicio transversal, que a menudo no tiene nada que ver con los saldos de las cuentas corrientes. Es una enfermedad del corazón, no de la cartera.
Muchas veces dejamos de ser generosos con el falso pretexto de ahorrar, de pensar en el futuro, y lo cierto es que hemos convertido el dinero y los bienes materiales en nuestro dios.
Debemos acumular en el banco del cielo, como dijo Jesús. Es decir, debemos llenarnos de buenas obras, que nos permitan gozar del banquete celestial.
San Quetilo de Viborg,
Ruega por nosotros.