Un día más para agradecer a Dios, junto a ustedes, por todas las bendiciones que el Señor nos concede.
Cada mañana surge una nueva posibilidad de amar, de crecer, de levantarse de las caídas y podemos lograrlo gracias a un amor incondicional que nos sostiene: el amor de Dios.
Es un amor poderoso y silencioso, que a veces necesita mensajeros para que no le cerremos la puerta del corazón.
Y muchos de estos mensajeros son los santos, a quienes recordamos en nuestro Catálogo Divino.
Los santos a quienes recordamos en este día, 16 de junio son: Santos Quirico y Julita, mártires; santos Ferreol y Ferrucio, mártires; San Similiano de Nantes, obispo; San Ticón, obispo; San Áureo y compañeros mártires;
San Aureliano de Arlés, obispo; Beato Cecardo de Carrara, obispo; San Benón, obispo; Santa Lutgarda, virgen; beato Tomás Reding, monje mártir; Beato Antonio Constante Auriel, presbítero y mártir;
Santos mártires Domingo Nguyen, médico, Domingo Nhi, Domingo Mao, Vicente y Andrés Tuong, agricultores; Beata María Teresa o (Ana María Catalina) Scherer, virgen y el Beato Donizetti Tavares de Lima, presbítero.
Aunque recordamos especialmente como difusora de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús a Santa Margarita María Alacoque; hace 5 siglos, una santa fue la primera en experimentar esta preciosa devoción.
Conozcamos la interesante historia de Santa Lutgarda.
Oremos a esta mujer profundamente comprometida con su consagración a Jesús como su único amor, para que nos ayude a comprender este amor misericordioso y fiel a corresponderle como es debido:
Oh Dios, que eres nuestra salud, oye benignamente nuestras oraciones, para que así como celebramos con gozo la festividad de Santa Lutgarda, consigamos también el fervor de una devoción piadosa. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Todos tenemos el anhelo de ser verdaderamente amados y aceptados. Prácticamente los traumas y las heridas que llevamos en el corazón provienen de sentir el desamor y el rechazo.
Sin embargo, hay un amor que puede satisfacer esta profunda necesidad interior, un amor aún más indispensable para la vida que el aire para respirar.
Es el amor de Cristo que se manifiesta de múltiples maneras, casi mendigando nuestro amor y compromiso.
Ojalá que así como a santa Lutgarda, Jesús se digne ayudarnos abrirnos a la acción de su amor incondicional y sanando nuestras vidas podamos sumergirnos en el misterio de su amor viviendo una verdadera comunión con nuestro Dios, y con los hermanos, ya no en anhelos y palabras, sino en la vida misma.
Santa Lutgarda,
Ruega por nosotros.