Cada vez que una especie se extingue no solo se pierde su canto y bella forma, sino que sus funciones únicas e insustituibles en sus ecosistemas están en mayor riesgo. Tomemos el ejemplo del Tucán: su icónico pico le permite comer y dispersar semillas y frutos que otras aves no pueden. Sin ellos, las selvas tropicales perderían una pieza clave de su equilibrio ecológico. Así pues, la extinción no solo sería una pérdida estética, sino que también llevaría a una homogeneización preocupante del mundo aviar.