35 - Si mañana fuese mi último día
24 September 2022

35 - Si mañana fuese mi último día

“Nací” cuando mi hijo murió

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Ella es de esas hijas que todo padre quisiera tener —al menos así lo veo yo, que soy un padre enamorado—. A su padre le habían diagnosticado una enfermedad terminal y, de la noche a la mañana, su mundo se derrumbó. Este hecho no sólo quebró el bienestar de su padre, sino el de toda su familia.

Cuando vemos semejante dolor golpear tan fuerte la vida de una familia, nos detenemos unos minutos a pensar, a sentir y a imaginar por lo que el otro está pasando. Ese sentimiento es lo que conocemos como empatía, la capacidad de ponernos en el lugar del otro. Imaginar, aunque sea por un momento, todo el dolor que genera ver a tu padre con la salud deteriorada. Y aunque es la posición que todos adoptaríamos, quise ponerme en el lugar de ese padre que debió experimentar el golpe más duro de su vida.

Pensé en este padre e intenté verme reflejado en él. Trabajó toda su vida, amó a una esposa fiel y, junto a ella, construyó una familia hermosa. Tuvieron hijos sanos que crecieron y abandonaron el nido.

Hoy, como adulto, siento que somos los escudos de nuestras familias. También somos las manos firmes, los que vemos nuestro descanso interrumpido por las noches buscando la manera de que a los nuestros no les falte nada. Es lo que entiendo, porque así lo vivo en carne propia.

Pero no quiero escribir un cumplido diciendo que “todo va a salir bien”. Porque… ¿qué significa que las cosas salgan bien? Creemos que Dios hará todo como lo esperamos, pero Dios piensa distinto a nosotros; Él siente distinto y es distinto. La vida no es nuestro patrimonio, es un préstamo. Nosotros solo la usamos durante un tiempo, hasta que Dios nos devuelve a nuestros lugares de origen. Creo en los milagros y los deseo fervientemente. Para nuestro Padre no hay imposibles, pero sus propósitos no son los míos, y así lo acepto.

Pienso, e intento imaginar el último día de mi vida… ¿Y si ese día es mañana? Me lo pregunto honestamente. Me quedo en silencio y reflexiono. Creo que aun así agradecería la enorme oportunidad que recibí. Y aunque sé que suena increíble, la vida me enseñó a agradecer, incluso por lo que nunca quise obtener o por lo que no me gusta. Porque entendí que jamás lo voy a poder entender. Porque acepté que lo debo aceptar. Porque tengo la certeza de que el entendimiento llega después de la aceptación. Justo allá, en el final, cuando todo vuelve a comenzar.

Si mañana fuese mi último día, esta misma noche traería a mi memoria todo lo bueno que pude ver y tocar; los olores que conocí; los besos que di y que me dieron; la pasión con la que aprendí a amar, y también las sensaciones que me provocaron cada una de las caricias que recibí. Estaría agradecido y feliz por haber conocido a mis tres hijos y haber descubierto el amor más parecido al que Dios siente por nosotros. También por la abuela y los padres que tuve, por mis hermanos, por las familias que ellos formaron y por los amigos que logré cosechar.

Hoy estoy lleno del amor que mi esposa me regaló, agradecido por su paciencia y entrega, y feliz por su fidelidad y su contención. Estoy satisfecho con las enseñanzas que logré cultivar a partir de mis experiencias, porque, aunque sé que muchas de ellas fueron golpes y fracasos, cada una sirvió para cimentar mi crecimiento y mis aprendizajes.

Pienso en el mañana, y quizás no sea literalmente “mañana”, pero ese mañana inexorablemente llegará. Y cuando llegue, no quiero estar triste, por más que llegue a cuenta gotas y con fallas en mi salud o se presente como un abrupto “hasta pronto”.

No quisiera malgastar los minutos que me queden de vida —esa vida hermosa y valiosa que pude vivir— sintiendo lástima por mí o lamentándome por tener que dejarla. A fin de cuentas, desde que tengo conciencia, he sabido de este préstamo perentorio. Lo supe desde el principio, y acepté las reglas del juego, viviendo cada día.

Ya sea que esté en la mitad de mi vida o llegando al final, quiero dar GRACIAS A DIOS por cada minuto vivido. Fue maravilloso, aun con cada gota de dolor. Fue toda una aventura. Y si quisiera dejarla escrita, no me alcanzarían las páginas ni las palabras para describirla.

Nacer, vivir y morir son capítulos de la misma historia. Pero hay algo maravilloso: este tipo de historias no tiene final.