< Salmos 32

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[1] Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado.
[2] Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, Y en cuyo espíritu no hay engaño.
[3] Mientras callé, se envejecieron mis huesos En mi gemir todo el día.
[4] Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; Se volvió mi verdor en sequedades de verano.
[5] Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; Y tú perdonaste la maldad de mi pecado.
[6] Por esto orará a ti todo santo en el tiempo en que puedas ser hallado; Ciertamente en la inundación de muchas aguas no llegarán estas a él.
[7] Tú eres mi refugio; me guardarás de la angustia; Con cánticos de liberación me rodearás.
[8] Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; Sobre ti fijaré mis ojos.
[9] No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento, Que han de ser sujetados con cabestro y con freno, Porque si no, no se acercan a ti.
[10] Muchos dolores habrá para el impío; Mas al que espera en Jehová, le rodea la misericordia.
[11] Alegraos en Jehová y gozaos, justos; Y cantad con júbilo todos vosotros los rectos de corazón.